Retratos de Barrio
2014 – 2016
Los dioses prehispánicos en yuxtaposición con los codigos de los “cholos”
una metáfora entre el paraíso perdido de los aztecas, sus dioses y el sentido
del cholo por su barrio, su tierra, su raza, su raíz. La lucha como identidad
y refugio de la memoria
Los dioses prehispanicos se ha apropiado de la cultura de los cholos y su iconografía, en este caso seadvierte una ambigüedad: por una parte, su ropa los aísla y distingue; por la otra, esa misma ropa constituye un homenaje a la sociedad que pretenden negar. La dualidad anterior se expresa también de otra manera, acaso más honda: el cholo es un clown impasible y siniestro, que no intenta hacer reír y que procura aterrorizar. Esta actitud sádica se alía a un deseo de auto humillación, no le importa, busca, atrae, la persecución y el escándalo. Sólo así podrá establecer una relación más viva con la sociedad que provoca: víctima, podrá ocupar un puesto en ese mundo que hasta hace poco lo ignoraba; delincuente, será uno de sus héroes malditos. Un ser mítico y por lo tanto virtualmente peligroso. Su peligrosidad brota de su singularidad. Todos coinciden en ver en él algo híbrido,perturbador y fascinante. En torno suyo se crea una constelación de nociones ambivalentes: su singularidad parece nutrirse de poderes alternativamente nefastos o benéficos. Una perversión que no excluye la agresividad. Figura portadora del amor y la dicha o del horror y la abominación, el cholo parece encarnar la libertad, el desorden, lo prohibido.
The Pre-hispanic gods in yuxtaposition with the codes of the “Cholos”. A metaphore between the lost paradise of the aztecas, their gods and the relationship between the “Cholo” and his “barrio”, his land, his race, his roots. The fight as identity and refuge from memory.The Pre-hispanic gods have appropriated the culture of the “Cholos” and their iconography, generating an ambiguous situation: on the one hand, their outfit isolates and distinguises them; on the other hand, this same outfit represents a tribute to the society they pretend to reject. This duality can also be understood in a different way, if any more profound: the “Cholo” is an impassive and sinister clown, that doesn´t mean to make laugh, but tries to terrorize. This sadistic attitude teams with a desire for self-humiliation; he searches for and attracts persecution and scandal. Only this way can he stablish a more vivid relationship with the society he provokes: as a victim, he can occupy a place in that society that only recently used to ignore him; as a criminal, he will be one of his cursed heroes. A mythical being and therefore virtualy dangerous. His danger comes from his singularity. Anyone agrees in seeing in him something hybrid, disturbing and fascinating. A constellation of ambivalent notions is created arround him: his singularity seems to be feeding from from powers both nefarious and beneficial. A perversion that doesn´t exclude aggressiveness. A character that carries love and joy or horror and abomination. The “Cholo” seems to
embody freedom, disorder, the forbidden.
MARCO REFERENCIAL
El Sentido al Barrio
Años antes de la independencia pocas cosas hablan de modernidad en la ciudad de México. Menos aún se muestran tales atributos para sus barrios. Todo apunta a pensar que en la capital novohispana reinaba el espectáculo de los opuestos: de construcciones nobiliarias se pasaba a edificaciones levantadas con la tierra misma de los solares; el consumo de agua de las acequias discordaba con los chorros de agua pura de acueductos y fuentes;los empedrados terminaban detajo,convirtiéndose en desnivelados pisos encharcados; las mercaderías ultramarinas, los carruajes, las capellanías o el acceso a la escritura son otros de los rasgos que permiten comprender aquella sociedad desde la “oposición de dos mundos”.No obstante, toda aquella ciudad se inclinaba por la fisonomía, gestos y representaciones del antiguo régimen. Más allá de los opuestos, el uso de las calles principales poco se distinguía del de los callejones; las plazas, íntegramente, convocaban romerías; las iglesias emplazaban feligreses y cofrades; los canales eran sinónimo de basurero;para todos la luna llena condonaba lailuminaciónde trementina, en fin, la ciudad toda compartía códigos pre modernos; sin embargo, mientras
más nos distanciamos del casco español, los grados de tradicionalidad parecen elevarse. Los barrios de indios se hallaban perfectamente articulados en la maquinaria simbólica del antiguo régimen para esos barrios proviene de una polaridad.
En los barrios de indios reinaban prácticas tradicionales. Y aun cuando algunos virreyes ilustrados pretendieron hacerlos partícipes de incipientes ejercicios racionalistas que comenzaban a ponerse en práctica en las primeras calles del casco español, las referencias a su paisaje nos son ya bien conocidas. Calles de tierra y sin geometría; construcciones efímeras y proliferación de jacales; canales y corrientes de agua desviados según el uso; animales sueltos y manadas conducidas; pocas bardas y en desuso; entradas comunes para varias casas y utensilios al aire libre; ausencia de alumbrado, fuentes públicas y carros de basura; suelos pantanosos,
en una palabra, los barrios tampoco participaron de los preceptos del urbanismo moderno que, al menos como idea, brotaban en el centro o casco español. No sólo su fisonomía se aferraba a una sólida herencia que parecía resistirse a los cambios. Los habitantes de los barrios, cuando los alcanzamos a reconocer a través de sus traductores, exudan corporación, gremialidad, lealtad, honor, jerarquía o privilegio. Hasta antes de la independencia, ninguno de sus indios aparece hablando en primera persona. Sus voces siempre apoderan a otros; a sus colectividades, a sus corporaciones, a sus barrios. La idea de individualidad no es asequible para ellos: el destino parece dado por el cuerpo social que ruega y peticiona a sus autoridades.
La potestad parece resolver el curso de su existencia.
Marcela Dávalos
Dirección de Estudios Históricos
Instituto Nacional de Antropología e Historia